12/1/12

Flores dormidas

Sombreando los bordes del dibujo que había empezado mirando al cielo conseguía profundidad en el papel, sabía las palabras que iba a poner en cuanto lo terminara y entonces podría darme por satisfecha y regalárselo a mi madre para que lo pudiera añadir a la colección de momentos importantes.

Desde que se agravó su enfermedad, ya nunca salía al sol, no podía arriesgarse a síntomas que en su cuerpo podían ser incluso mortales, tenía que esperar a que el sol se escondiera detrás de las montañas para poder salir a recorrer el camino hasta el molino, su paseo favorito acompañada de Briska, una enorme bobtail que la acompañaba en cada paso.

Aquella semana había sido un poco triste porque mi madre había estado en el hospital. Esa enfermedad a veces parecía que iba a poder con ella y ayer la trajo mi padre a casa muy pálida, cansada, se quedó en la cama el resto del día y esta mañana había venido mi tía para verla desde la ciudad.

Hoy no se había despertado aún cuando salí de casa y pensaba en lo contenta que se pondría porque a ella siempre le habían encantado mis dibujos, tenía la casa adornada con ellos.
 Así que escribí sobre aquel fondo de nubes y reflejos de luz que el río pintaba en las copas de los árboles:

Gris ceniza se muestra el día
cuando el sol desdibuja tu presencia.
Estos baldíos paisajes olvidados
esperan a la luna con impaciencia
para cantarte canciones de río
¿guardarán los árboles tu baile
entre flores dormidas?

Recogí los lápices y me puse en pie para volver a casa pero mi alegría se disparó al ver a mi madre sentada en la piedra grande del río, mirándome sonriente y guapísima desde aquella roca plana y blanca en la que nos tumbábamos a tomar el sol antes de que se pusiera enferma desde que era pequeña y me contaba que las nubes eran poesías alegres y viajeras. Briska estaba a su lado.

Una voz me llamó desde el camino que llevaba a casa y me volví, era mi tía que me buscaba, tenía la voz temblorosa y los ojos enrojecidos. 
Pero en ese momento era más importante ir a ver a mi madre y me volví de nuevo para ir hacia la roca, a regalarle mi nuevo dibujo pero allí sólo estaba Briska mirando al cielo.


2 comentarios:

  1. jomateixa12/1/12

    Un relat molt trist redactat amb una sensibilitat nostàlgica que transpua sentiments molt profunds.

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  2. Yo guardé su sonrisa, el gesto afable, la mirada cómplice, el silencio cargado de emociones, el buen humor, el último abrazo…momentos indelebles que el tiempo no puede borrar.
    Ha sido un placer leerte.

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